En el Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria circula una expresión popular desde que la fiesta se recuperó de manera oficial en 1976, tras la dictadura franquista. El público disfrazado solía interpelar a aquellos que no lo estaban con el clásico "¿Me conoces, mascarita?", retándoles de esta manera a que se les identificase detrás de una máscara, o antifaz. Las mascaritas, además, era el término que ha acabado por utilizarse para referirse a los asistentes a la fiesta que acudían ataviados con el disfraz. Los protagonistas absolutos de la celebración.
Esta edición tan singular del Carnaval está marcada por las medidas de seguridad de acuerdo a la evolución de la situación sanitaria: únicamente se han programado galas y concursos (lo cual no es poco, porque abarcan más de tres semanas del calendario). Pero no se vive sin humor. La expresión popular ha sido re-formulada por la gente. En efecto, en un certamen en el que es obligatoria la prevención de los contagios, se escucha ahora "¿me conoces, mascarilla?".
Y es que el público ha asumido con naturalidad la obligación de llevar mascarilla en el interior del recinto del parque Santa Catalina, en donde se celebran los grandes actos de la fiesta. La imagen es insólita: una audiencia en muchos casos disfrazada, llevando mascarilla. Y también es una prueba de la capacidad de resiliencia de una fiesta que sobrevive siempre pese a los inconvenientes con los que se tropieza en el devenir de su historia.
Es el signo de un Carnaval seguro, en el que la organización se ha esmerado por garantizar un entorno adecuado para las galas y concursos. Las Palmas de Gran Canaria, una ciudad que en general se ha mostrado cumplidora con las medidas impuestas por la pandemia, lo ha asimilado sin ningún trauma. Ya antes de las fiestas, y sin que fuera obligatorio, muchos ciudadanos han conservado la costumbre de la mascarilla en los exteriores. Hoy es también santo y seña de un Carnaval especial.