Son pequeñas piezas del patrimonio público, que permanecen discretamente en el día a día de la ciudad: casi escondidas, pero a la vista de todos. A poco que se repare en ellas se completa la compleja fotografía que compone la historia de Las Palmas de Gran Canaria. La mayor ciudad de Canarias, con más de cinco siglos de recorrido... y con valiosas historias que aún merecen ser contadas en varias de sus esquinas o paisajes.

No son muchos, por ejemplo, los ciudadanos que han reparado en la modesta inscripción que aún se mantiene en la entrada trasera a las oficinas municipales de la calle León y Castillo, la más larga de la ciudad. El edificio, mucho antes de vivir el día a día del Ayuntamiento, fue el Hotel Metropole: un establecimiento con lustre, acostumbrado a acoger a los turistas británicos. Que no fueron pocos desde finales del Siglo XIX y las primeras décadas del Siglo XX.

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Una huésped célebre

Entre ellos figuraba la escritora Agatha Christie, que a comienzos de los años 20 se alojó allí junto a su hija Rosalind, de 12 años de edad y su secretaria personal, Carlo. La placa que hoy se conserva entre los jardines traseros del antiguo hotel reza: “En esta casa, siendo el viejo Hotel Metropol, residió durante largas temporadas la famosa escritora Agatha Christie, autora de numerosas novelas de intriga y misterio, cuyos efectos perduran en estos muros”. Una frase, esta última, que en los primeros años de la Democracia fue recordada por los cronistas de la información municipal del momento, pleno de intrigas de pasillo.

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Christie, por cierto, acabó escribiendo en el hotel su libro Trece problemas, que incluía un velado tributo a los médicos británicos que por entonces frecuentaban Gran Canaria y su capital.

Aquellos comercios hindúes

La Calle Mayor de Triana, una de las más importantes zonas comerciales de la ciudad y singular escaparate de la arquitectura modernista, cuenta con una larga historia de por sí, desde que naciera al borde de la ciudad fundacional de Vegueta, rumbo al antiguo Muelle Las Palmas. Desde los años cincuenta la urbe vivió un boom de comercios hindúes, que se prolongó en el tiempo y que aún mantiene su relevancia en el tejido empresarial isleño. Triana fue emplazamiento de varias de estas tiendas en las que se podían comprar joyas, ropa, perfumes y, con el tiempo, artículos electrónicos a un precio notablemente inferior a los que regían en la España peninsular.

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Una de esos comercios fue Metharam, casi en mitad de la Calle Mayor (número 33). En 1956 el artista Felo Monzón decoró el dintel de entrada con ocho cabezas de elefantes con la trompa extendida, en clara evocación al origen de los comerciantes. Estos paquidermos han sido testigos privilegiados de la peatonalización de la vía, su crecimiento y auge, salpicada hoy con las tiendas de las franquicias más importantes del mercado junto a los comercios locales. Pocos reparan en ellos, aún cuando su firma corresponde a un artista clave para entender el desarrollo del arte contemporáneo en la ciudad y las islas. Monzón fue santo y seña de la corriente indigenista, y director de la Escuela de Luján Pérez, que ha alumbrado a numerosos talentos canarios.

Adán y Eva en la Casa de Colón

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Las Palmas de Gran Canaria fue lugar de paso obligado para Colón antes de realizar su primer viaje a América. El marino recaló en la ciudad para reparar La Pinta y realizar algunos arreglos en La Niña. Y visitó la Casa del Gobernador, que sigue en pie, después de haber sido objeto de sucesivas reformas, en el barrio antiguo de Vegueta. Hoy es sede de la Casa de Colón, un museo clave para comprender la historia atlántica de Canarias. Entre sus muchos tesoros a menudo pasa desapercibido un grabado en piedra en el exterior de una de sus ventanas.

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En efecto, allí lucen, con estética medieval y convenientemente vestidos, Adán, Eva y la manzana de la discordia. Una antigua representación del pasaje bíblico, visto con miradas de otros tiempos. No muy lejos se ubica la ermita de San Antonio Abad, en donde luce otra placa ilustrativa: “Aquí oró Colón”, para recordar que el marino se encomendó a Dios en Las Palmas de Gran Canaria, antes de su histórica travesía.

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Las alusiones a Colón no acaban aquí, en Vegueta. La ciudad también recuerda su viaje, desde el año 2000, con una reproducción de La Niña ubicada en el otro extremo de la ciudad, en la trasera del Parque Santa Catalina. Una réplica de la carabela original, construida en 1992 en Galicia según el diseño y los criterios de capitán Carlos Etayo. Ese año fue trasladada hasta Palos de La Frontera, en Huelva, desde donde navegó a Las Palmas de Gran Canaria para zarpar hacia la República Dominicana. La capital grancanaria la recuperó para mostrarla de forma permanente muy cerca de su actual Puerto.

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Un recuerdo marinero

Los vínculos transatlánticos de Las Palmas de Gran Canaria son innumerables, prácticamente desde su fundación en 1478. También las conexiones con países de todo el globo. En particular, desde que en la segunda mitad del Siglo XX el Puerto de La Luz y de Las Palmas fuera base de la flota pesquera internacional que faenaba en aquél momento en el Norte de África. A la ciudad llegaron visitantes recurrentes desde Japón (aquí se abrió el primer restaurante de España, el Fuji, en el año 1967), Corea (mantiene hoy una notable comunidad surcoreana en la capital) o la Unión Soviética (se llegó a fundar una singular sociedad pesquera canario-soviética, denominada Sovhispan), entre otras muchas naciones.

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El Puerto, precisamente, ofrece una vista impecable a quien se acerque al mirador Cita di Martinsicuro, ubicado en pleno Paseo de la Cornisa, en la Ciudad Alta. Allí una inscripción recuerda el estrecho vínculo mantenido con Las Palmas de Gran Canaria por el numeroso grupo de marineros de aquella pequeña ciudad de la costa oeste italiana. Ambas poblaciones permanecen hermanadas desde 2009 para recordar la importante presencia de la flota del Teramo en la capital grancanaria. Allí, en Italia, una rotonda lleva el nombre de Las Palmas de Gran Canaria. La inscripción, por cierto, recuerda cómo la relación entre una y otra parte se consolidó con la celebración de varios matrimonios y amistades “que han perdurado en el tiempo y se han fortalecido”.

A pie de muelle, en concreto, en el de Santa Catalina, una señal subraya la ubicación de la ciudad, remarcando a qué distancia se encuentra de destinos más o menos lejanos: que no se olvide que la capital grancanaria está a más de 1.700 kilómetros de Madrid, 966 de Casablanca, 11.500 de Shanghai o 5.800 de las Bahamas, por ejemplo.

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Este puñado de rincones secretos, pero a la vista de todos, es susceptible de conformar una peculiar ruta por Las Palmas de Gran Canaria, a la búsqueda de sus pequeñas historias y sus importantes significados para el desarrollo de distintos aspectos de la vida de la ciudad. Una urbe que nunca deja de sorprender.